Somos nada más casualidad.
Así nacemos.
Dicen que el infinito estaba vacío antes de estallar y crearse piedras, estrellas, satélites y planetas. Cuentan también que la tierra se situó a 149,6 millones de kilómetros de un sol que permitió que organismos minúsculos surgieran del agua, para transformarse en peces, anfibios, reptiles, monos, humanos… Ya lo sé, es un poco escueto este mini resumen de los millones de años de evolución.
Pero quiero llegar a cómo seguimos siendo la nada más un fisco de casualidad. La creación sigue conteniendo brotes de magia a pesar de que podamos propiciarla a través de inseminaciones artificiales o fecundaciones in vitro. Porque los espermatozoides siguen compitiendo para alcanzar la meta, porque la mezcla del que penetra en el núcleo hace de cada ser algo irrepetible.
Mi madre siempre me cuenta cuando se quedó embarazada de mí, pero nunca pudo imaginar el resultado hasta que me tuvo en brazos. Así de sorprendidas es como se sienten millones de madres en el mundo al parir.
Por eso, no se puede calcular cuando va a nacer una mujer que se pueda convertir en parte de esta historia terrestre. Qué difícil destacar siendo mujer. Estoy viendo la serie mejicana sobre la vida de Juana Inés de la Cruz y me siento totalmente cautivada por ella, la que le propuso a su madre vestirse de hombre para poder estudiar en la universidad en pleno siglo XVII. La que enamoró a virreinas, aprendió la lengua de los originales y leyó lo prohibido. Una adolescente que tomó los hábitos como la única salida para dedicarse a lo que le fascinaba, estudiar y escribir, una mujer que es historia a pesar de las persecuciones.
«¿En perseguirme, mundo, qué interesas?
¿En qué te ofendo, cuando sólo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?»
Juana Inés de no ser nada, llego a ser todo.
En una tierra de hombres donde las mujeres tenían como meta ser sus esposas, Juana Inés solo poseía un modo de llegar a los libros, haciéndose monja de clausura. Encerrarse para liberarse, cortarse el pelo para abrir su mente, cubrirse el cuerpo completo para desnudarse… Ese era el único y contradictorio camino de llegar a la luz de los libros, de mancharse los dedos de tinta tras sus poemas y cartas, de aprender a amar lo prohibido desde el más absoluto encierro.
¿Cuántas Juanas no conocemos? ¿Cuántas se habrán quedado en el abismo?
La evolución continúa. Hay estrellas que desaparecen fugaces en el universo a las que pedimos deseos y otras, que simplemente lucen grabadas en el cielo, que brillan a pesar de lo difícil que es pervivir en este mundo de desigualdades. Juana Inés lo consiguió, pero hay demasiadas mujeres en el mundo que se han quedado en la nada, demasiados poemas inacabados que son también parte de nuestra historia.
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Yaiza Afonso Higuera es concejala de Sí se puede en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife. Puedes seguirla en Twitter: @YaizaAfonsoSSP