Condenado chorro de agua. Paco Déniz.
Escrupuloso porque no soportaba la arena en los pies ni siquiera el tiempo que dura en secarse, y despilfarrador porque es evidente el mal uso que se hace del invento. A mí me da que era europeo. El caso es que, sea por inercia, por “tradición”, o por captar el voto de los usuarios playeros empanados, el chorrito se ha convertido en un auténtico derroche de agua y de energía. Y los Ayuntamientos deberían replantearse la cuestión clausurando definitivamente estos artilugios de la manía compulsiva por no llevarse a casa ni un grano de arena. Además, sólo sirven para enfangar sus alrededores con agua de patas en la que los más pequeñitos, a veces, se entretienen haciendo hoyos y castillos con la arena húmeda. Y como algunas sanas costumbres se han perdido, el Ayuntamiento podría poner unos cartelitos fijos donde se explique cómo desprenderse de esta molestia granítica. Los usuarios deberían saber que la arena, en cuanto se seca, cae fácilmente. Pruébelo, espere unos minutos, camine hasta la guagua o el coche y verá que es cierto lo que le digo. Es increíble pero cierto, la arena termina cayéndose del cuerpo, y si la restregamos, arrastra alguna piel naranja de esas que se usan ahora. No hace falta realizar abdominales presionando el duro y petrificado chorro. Otro truco estupendo consiste en meter en el bolso o en el maletero un escobillón, pero no sea bruto, desenrósquelo y quítele el palo. Se apoya con un brazo, y con el otro se cepilla las patas, verá como quedan relucientes. No se recomienda el cepillo de barrer. En cuanto al salitre, déjeselo en el cuerpo hasta que se duche en su casa, verá que tersa se le queda la piel.
En mis largos ratos playeros he observado que, incluso, algunas personas hacen cola para desprenderse de la arena, he observado que los chiquillos juegan y juegan a malgastar agua, he observado que los guapos y las guapas aprovechan para hacer alguna pose del corazón, se ponen de espaldas a la ducha y lucen sus atributos, como en algunas películas eróticas, incluso hay quien aprovecha para hacer la colada, en fin, un despilfarro del carajo que me enferma. Bien porque me he criado en el secarral, bien porque he visto a las gentes de los sures y de Fuerteventura y del Sahara adorar al agua dulce, no soporto el chorro que fluye sin cesar. Además, sería un detallito contra la crisis. A lo mejor podríamos abrir más plantas de hospitales con lo que nos ahorráramos en el agua desperdiciada.
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