Los mares petrificados. Yaiza Afonso Higuera
Este mar estaba muy vivo cuando nació el poeta, estaba inquieto cuando lloró el niño en la cuna que se calmó con el arrorró de mamá. Todo se movía con el viento, las olas son esculturas efímeras al recibir el alisio, ondulaciones que comprenden la vida que hay bajo la inmensidad del agua salada. Este Atlántico que siempre se mueve, se quedó petrificado aquel mes de febrero de 1937, cuando la marea se sintió cómplice del asesinato del poeta surrealista Domingo López Torres.
Torres cantó a ese mismo Atlántico que un día lo devoró sin quererlo, un océano que no pudo hacer nada frente a su asesinato. Pocos hablan de él, así es la memoria, o el intento de borrarla. La dictadura trazó un plan para que muchas personas con luz se convirtieran en una sombra incómoda, para que el arte no les hiciera daño a los que querían tener la razón absoluta. Por eso mataron al poeta, como si el asesinato fuera un modo de callarlo, como si meterlo en un saco lleno de piedras negras para que se hundiera en el mar, borrara sus poemas.
Pero estaba aquella caja de bombones en la que se escondían sus letras, aquella vieja caja dulce enterrada por Maruca Reyes -la novia de Domingo- que guardó el secreto y lloró su ausencia sin derecho a duelo. La escondió en el fondo del armario, dentro estaban las cartas, las fotos y el manuscrito de Lo Imprevisto, el poemario que escribió Torres en Fyffes con dibujos de su compañero de destierro Luis Ortiz Rosales.
Acabo de salir del acto de homenaje a Domingo López Torres celebrado en el Ateneo Miraflores 3, cuando se cumplen 80 años de su asesinato, un homenaje necesario porque su figura continúa silenciada en las alcobas. «Yo fui a la playa contigo» eso era lo que el poeta cantaba al principio, seguramente pensando en la Playa de San Antonio, hoy cubierta por el hormigón donde arriban los cruceros en Santa Cruz. Escribió en la espuma de las piedras grandes, donde se forman los charcos de los camarones, escribió en la arena donde se hacen posibles las siluetas, donde son reales los cuerpos mojados y libres. Una vez casi se ahoga Domingo en un barquito como una señal de advertencia que decía algo así como «este océano al que adoras un día te llevará». Pero no fue culpa del mar su muerte final, fue culpa de los que nunca han creído en el arte, de los que lo tacharon de sujeto peligroso por ser un surrealista revolucionario.
Te tiraron por la borda Domingo, te expulsaron de tus propias palabras, te olvidaron en el exilio sin tener siquiera derecho a un acta que sellara tu muerte. Todo esto lo cuenta “Los mares petrificados” un bello documental de Miguel Morales, Leoncio González y David Beltrán, musicado por Pedro Guerra. Camino hacia el coche tras ver una película necesaria que cuenta lo que el surrealismo dio a esta tierra y pienso en lo injusto de hundirlo todo en el mar sin mirar en su fondo, sin la preocupación de preguntar por tus huesos.
– Santa Cruz te debe mucho querido señor poeta, digo en alto de camino al coche.
Salgo del Ateneo tarareando el canto que surgió de tu poesía y veo a un mirlo en una rotonda. Es de noche y me da la impresión que ese pájaro anda perdido, que ya no canta, que quizás esté ahogado como tú.
—
Yaiza Afonso Higuera es concejala de Sí se puede en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife. Puedes seguirla en Twitter: @YaizaAfonsoSSP
Los comentarios están cerrados.