Rajoy, segunda fase: gobernar a tijeretazos. Manuel Marrero Morales

Ayer asistimos al entierro del zapaterismo y hemos entrado en una nueva fase, en la que el enmudecido Rajoy tiene necesariamente que comenzar a hablar. Con limitada elocuencia lanzó ya, en el discurso de investidura, algunas ideas sobre las directrices de su política. Enfrente, su oponente Rubalcaba, coincidía con Rajoy en la mayor parte de sus propuestas. “De acuerdo” fue la expresión más oída en las intervenciones y réplicas de ambos. Menos mal, que, desde la izquierda transformadora, hay otras voces en el Congreso que, aunque de momento no transformen la realidad, sí van a servir para generar opinión y confrontar ideas. Para impulsar la necesaria movilización ciudadana.

 

Se habló de educación: nos amenazan con una nueva Ley. Se habló de pensiones, pasando del catastrofismo anterior al posibilismo. Se habló de no subir impuestos, de momento. Se habló de días de puente. Se habló de recortes, de mucho dinero en recortes: 16.500 millones de euros. Y también de reforma laboral, es decir, de recortes de derechos y conquistas, de banco malo pagado por todos, de prejubilaciones.

Es posible que aumentar en un año el Bachillerato sea una medida positiva, siempre y cuando no sea una excusa para la segregación temprana del alumnado de la ESO y una trampa para extender la concertación de la enseñanza privada a esa etapa educativa. Este país no resiste más modificaciones y zarandeos al sistema educativo, y cada vez con una menor inversión en el servicio público.

El Estado del Bienestar, los de CiU están empeñados en modificar su nombre por el de “sociedad del bienestar”, porque defienden que lo que los ciudadanos quieren es un buen servicio, independientemente de quien lo proporcione, es decir, en definitiva, que lo proporcione la empresa privada con dinero público. Así que, atentos al anuncio de Rajoy del establecimiento de una carta de los servicios a la ciudadanía; porque todo apunta a más privatizaciones y desmantelamiento del sector público, pasando previamente por continuar profundizando en el deterioro del mismo para justificar dichas medidas.

Se habla de recortes, pero no se dice dónde. Sólo se apunta a poner freno a las prejubilaciones. El principal problema de este país no es el déficit, es el desempleo. Y, para curarse en salud, y no darnos la sensación de que con su Gobierno el paro va a aumentar, ya lanzó la cifra de 400.000 personas más en el paro que las que se manejaban hasta hace unos días. Los cinco millones los convirtió en 5.400.000 parados. Así comenzará a maquillar la realidad del paro galopante.

Si se fue capaz de descender al detalle del tercer año de bachillerato o de la acumulación de los festivos en torno al fin de semana, ¿por qué no se anunciaron medidas contra la economía sumergida y el fraude fiscal? ¿por qué no se anunció que se van a aumentar los impuestos a los que más tienen y acumulan? ¿Por qué no se habló de una banca pública? ¿Por qué no se anunció una tasa a las transacciones financieras para frenar la especulación?

Un dato: si los impuestos fueran similares a los de Suecia, se recaudaría lo suficiente como para generar cinco millones de puestos de trabajo en este país. Por tanto, unos pocos tienen mucho dinero acumulado, y el resto sometido a sacrificios.

Las políticas del PP marcan la continuidad con las últimas del PSOE, y anuncian más endurecimiento de las medidas contra las trabajadoras y trabajadores, contra el funcionariado, contra los servicios públicos. El Estado está renunciando a su papel redistribuidor de la riqueza, a su papel de potenciar medidas de equidad. Los gobiernos están arrodillados ante los especuladores, y están obedeciendo las órdenes emanadas de los que de verdad mandan sobre el planeta. Y el PP, acorde con su ideología, va a cumplir lo que le manden desde el FMI, el BCE y los centros de poder económico-empresarial. Y todo ello se traduce en un adelgazamiento de la capacidad del Estado, menos impuestos, menos exigencias a los poderosos, un empobrecimiento de las clases medias y asalariados, y un deterioro de los servicios públicos para justificar su creciente privatización.

Ahora, una vez constituya Rajoy el Gobierno, esgrimirán otro argumento de autoridad: el de la herencia recibida, el de que “nos hemos encontrado las cosas peor que lo que nos decían”. E incluso basarán su discurso en que ellos no mienten, en que ellos dicen la verdad. Y, a continuación, una nueva batería de recortes en lo público, de recortes en los derechos y libertades, de retrocesos en lo social.

Frente a esta nueva vuelta de tuerca, frente a este nuevo ataque, no podemos quedarnos impasibles. No sólo vale con resistir. Hay que pasar a la ofensiva, hay que pararles los pies. Indignación, rebelión y movilización.

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