La risa del patriota. Paco Déniz

Se constata también lo mal que encajan los españolistas, que no es lo mismo que los españoles, que se rían de ellos. Porque hasta donde yo vi los muñecotes del plus, se reían de todo el mundo y a todos nos hacía gracia. Pero los patriotas se ríen poco, están acartonados porque de lo único que pueden vanagloriarse es de un triunfito deportivo y de una efemérides que esconda su atávico complejo de inferioridad. En cambio, los nacionalistas serios que han superado que los demás se rían de uno, que incluso saben reírse de ellos mismos, no generan un conflicto nacional por eso. Saben que por encima del chiste está la voluntad diaria de construcción nacional y social, la estabilidad sobre la base de una igualdad más o menos keynesiana, saben, o deberían saber, que lo importante es que todo el mundo en su país tenga, al menos, el graduado escolar y un trabajito, sólo esos pueblos saben encajar y pasárselo bien con los chistes a su costa. Y sólo los estados faltos de legitimación se amparan en la defensa institucional de una supuesta burla.
El caso de wayoming contra los editoriales de El Día, evidenció que, efectivamente, dichos editoriales carentes de tornillos son para reírse o para llorar. Una tragicomedia de la realidad y la independencia convertida en un cómic. Pero nunca para que algún responsable político se erija en salvador del honor mancillado cuando en realidad lo que pretende es el voto zoquete. Es preferible la respuesta de unos pibes que, riéndose de nosotros mismos, se la devolvieron a Wayoming y su troupe en sus mismos términos.
No me gusta que se rían de los canarios, pero tampoco de los portugueses, ni de los árabes, ni de los indios, ni de ningún pueblo estigmatizado por la carcajada dominante. Siempre es preferible reírse de uno mismo. Es el caso del Vaya Semanita vasco o del Polonia y del Varsovia catalán, eso sí es un lujo para el entendimiento, para todos los entendimientos. Y no En clave de Ja, que es una traducción mala del humor de Pajares y Esteso. Que fueron graciosos mientras nadie tuvo el graduado escolar, pero una vez lo sacamos, maldita la gracia que hicieron. Lo mismo que algunas murgas, que todavía se ríen de minusvalías, de atributos sexuales, de la diferencia, de la otra isla. Y es que no les da para más, como dicen los de Que vida más triste, no les da, es que no les da.

 

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