Los guantes que tiras al suelo acaban en el mar. Yasmina Encinoso García

Los cálculos de la ONU sobre el volumen de plásticos que llegan anualmente al mar ascienden a trece mil toneladas. Eso antes de la crisis del Covid-19.

Ahora, debido a la generalización del uso de guantes y mascarillas como medida de protección, y aunque aún es pronto para aventurar cifras, es lógico pensar que este volumen se está viendo incrementado sustancialmente. En todas partes se ha constatado cómo estos residuos se acumulan en las calles y se dispersan por el viento, llegando a parar a lugares bastante alejados del punto en el que fueron abandonados. No es de extrañar, pues, que lleguen al mar. Y más en territorios insulares.

El plástico en el océano ocasiona numerosos daños. En particular, las bolsas transparentes, asimilables a los guantes, suelen ser confundidos con medusas por algunos depredadores de estas, como las tortugas y los cetáceos. Su ingesta les puede producir un bloqueo que les lleve a la inanición, la deshidratación y la muerte. Otros animales quedan atrapados dentro de las bolsas. La colección de fotos y relatos de animales muertos y mutilados es muy abundante y está al alcance de cualquiera que teclee en un buscador las palabras ‘animales’, ‘mar’ y ‘plástico’, o ‘animales’ y ‘plástico’, para encontrar también una tétrica colección de aves y animales de río.

La degradación del plástico que, aunque lenta, llega a producirse, ocasiona daños a los ecosistemas y a la vida en general. Los microplásticos resultantes están colmatando los mares, en particular algunas zonas donde las corrientes arrastran y concentran masas de agua con su contenido en suspensión. Por ejemplo, recientemente un equipo formado por investigadores de las Universidades de Las Palmas de Gran Canaria y las Islas Azores, y el centro Smithsonian de Ciencias Ambientales de Estados Unidos, publicaron un estudio en la revista Marine Pollution Bulletin, recogido por Canarias7, en el que detectaron una concentración en la bahía de El Confital (Las Palmas de Gran Canaria) de 1.007.872 fragmentos de microplásticos de menos de 5 mm de tamaño por km2 de superficie marina.

Detectaron una concentración en la bahía de El Confital de 1.007.872 fragmentos de microplásticos de menos de 5 mm de tamaño por km2 de superficie marina

La presencia de plásticos en descomposición y microplásticos afecta a la salud del conjunto del ecosistema. Según estudios de la Universidad de Hawaii, la acción fotodescomponedora sobre determinados plásticos, como los de las bolsas de supermercado, emite gases precursores del Cambio Climático. La deposición sobre los sedimentos marinos asfixia las posibilidades de producción de algas, fanerógamas y otras precursoras de la vida marina. Además, la ingesta de microplásticos por parte de distintas especies animales (desde grandes depredadoras hasta filtradoras), no solo pone en riesgo su vida sino que, además, introduce estos contaminantes en la cadena trófica.

Y no solo corremos el riesgo de comernos el plástico a través de los peces. Se ha comprobado que más del 90 por ciento de la sal marina también lo contiene. Nuestra salud se puede ver afectada asimismo cuando determinados patógenos (algunas bacterias peligrosas como Escherichia coli o Vibrio spp, por ejemplo) se depositan y desarrollan sobre los residuos plásticos.

Es más, el Servicio Geológico Norteamericano descubrió que estos microplásticos han conseguido elevarse y precipitar junto a la lluvia a lo largo del Planeta, llegando incluso a los Alpes y al hielo del Ártico canadiense.

La lucha contra el plástico parecía haber empezado a hacerse un hueco en la agenda política hasta que nos invadió la pandemia de Covid-19

Todo ello parecía haber empezado a hacerse un hueco en la agenda política hasta que nos invadió la pandemia de Covid-19. La UE acordó prohibir los plásticos de un solo uso en 2021. Sin embargo, los equipos de protección individual que se han generalizado al conjunto de la población están compuestos mayoritariamente por elementos plásticos de usar y tirar, que ni siquiera pueden ser reciclados por ser potenciales vías de dispersión de coronavirus.

Se hace necesario, entonces, que la administración asuma como una prioridad el evitar y sancionar el vertido de guantes y mascarillas fuera de los contenedores habilitados para ello. Pero también es imprescindible disponer esos contenedores de forma que la población pueda encontrarlos sin dificultad. Y deben ser verdaderamente adecuados. Una papelera de boca ancha como las que tenemos en muchas ciudades, incluso en zonas costeras ventosas, no consigue evitar que el contenido ligero se disperse por el viento. Pero existen alternativas como, entre otras, las papeleras de boca estrecha que resguardan mejor su contenido. La administración debe proveer a las ciudades, los locales comerciales deben colocarlas en las salidas de los establecimientos, y la ciudadanía debe entender que éste también es un problema de salud de primer nivel.

 

Este artículo fue publicado originalmente el 21 mayo de 2020 en la sección Altavoz de la revista digital Alegando Magazine. Sí se puede agradece a la autora y a la revista la cesión de este artículo. Aquí les dejamos el enlace a la publicación original: https://alegando.com/guantes-usados-en-el-mar/

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