Afortunadamente normal. Yaiza Afonso Higuera

En el patio del colegio solía hablar con mis amigas en sus distintas esquinas. Lo normal en aquella época, era que todas las niñas y niños tuvieran lo que se denominaba una familia tradicional. Pero mi amiga me confesó algo diferente aquella mañana. En el patio del colegio solía hablar con mis amigas en sus distintas esquinas. Lo normal en aquella época, era que todas las niñas y niños tuvieran lo que se denominaba una familia tradicional. Pero mi amiga me confesó algo diferente aquella mañana.

– Mis padres están divorciados.

Al llegar a casa le pregunté a mamá por el divorcio, a lo que ella me respondió rápida y sin dramatismos.

– Si dos personas se llevan mal, lo mejor es que estén separadas.

En el año 81 habían aprobado una ley polémica, pero muy necesaria y la diputada canaria María Dolores Pelayo había sido una de sus impulsoras. Con esta nueva Ley del Divorcio, cambiaba el concepto de familia, abriéndose nuevas posibilidades, nuevos retos. Y lo que al principio fue una novedad, se normalizó socialmente hasta convertirse en parte de la vida de estos núcleos sociales.

Ya la familia no tenía que ser padre, madre más descendencia, se abrían nuevas opciones legales. Esta ley ayudó a abrir las mentes a otros casos como, por ejemplo, la de tantas madres que habían tenido a sus niñas o niños en soledad. Sí, a esas madres que humillaban socialmente por no tener pareja conocida, denominando a su descendencia, según la jerga de la época, como “hijos naturales”. La sociedad en lugar de insultarlas tenía que haberles hecho honores por el mérito que supone el cuidado de la familia, educación, alimentación, cariño, cultura…, multitud de factores que suponen la crianza. Los tiempos han cambiado hacia mujeres que deciden por sí mismas, como mi amiga Ana, que se realizó fecundación asistida para ser madre y formar así su familia elegida.

Otro salto brutal que hemos dado los núcleos familiares vino de la mano de la Ley de Matrimonio entre personas del mismo sexo. Este reconocimiento legal, en el que fue notable el trabajo del canario Pedro Zerolo, permitió que la normalidad no solo fuera el matrimonio tradicional, las personas divorciadas o las madres solteras. Lo normal también era que dos personas del mismo sexo que se amaban podían formar sus familias con todos los derechos. Con ello, se abría la posibilidad de la maternidad, paternidad diferente. La posibilidad de que dos madres o dos padres pudieran adoptar o de inscribir en los registros a niños y niñas. Este salto legal ha permitido que en las casas se reconociera la riqueza de lo que es la familia, un espacio libre donde al fin reine la diversidad.

Hoy en el patio del colegio de mi niño hay muchas familias, una niña que tiene dos madres, un niño con dos padres, también hay niñas que han elegido serlo aunque al nacer se le asignó el sexo contrario, hay custodias, divorcios, separaciones y uniones. Hay vida y, con ella, posibilidades que se abren, un lugar donde todo esto es afortunadamente normal.

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