Anormalidad democrática. Fernando Herráez.

No es que sea de naturaleza imbécil, porque en el proceso previo a las elecciones ya me quedó claro que en este mundo de la política -expresión ésta que no era de mi agrado pero que empiezo a entender porque la mayor parte de quienes lo componen es como si fueran de otro planeta, y además les molestásemos- existe una raza especial -mismo rechazo, mismo argumento- que se ha diferenciado claramente de la ciudadanía a la que representa, por lo que la batalla que se plantea en busca del voto convierte en la mayor parte de las ocasiones a estos seres en artistas del mimetismo, siendo capaces de hacerse ver entre el resto de mortales como un semejante, como alguien a quien realmente importamos y con quien compartimos gustos y aficiones –los hay que sueltan hasta tortugas, y todo-.

Hasta ahí, todo asumido como parte de lo que para estos seres es el culmen de su trabajo –la elección, ese momento en el que lo celebran como si hubiesen ascendido de categoría…. Hablaba de deporte pero veo que no iba muy desencaminado-; después de más de 3 años, decía, toda esta parte la tenía interiorizada y no suponía nada más que una picazón molesta con la que podía y puedo convivir y contra la que había creado una coraza mental para evitar contagios.

Pero he aquí que uno pensaba que una vez conseguido alcanzar el tan deseado cargo, y tras atravesar el periodo de pactos, que es esa segunda carga que he aprendido a sobrellevar, aunque con mayor esfuerzo, sobre todo en esta tierra nuestra donde el trinomio ATI-PP-PSOE se reparte puestos a diestro y mas diestro sin plantearse lo más mínimo la cuestión de confluencia programática o los intereses de la ciudadanía y en el que las lindezas que se llevan lanzando durante cuatro años se convierten en apretones de manos, besos, abrazos y vaya usted a saber que mas falsas muestras de cariño; a partir de aquí se normalizaría, pensé yo, la vida democrática, dando lugar a un trabajo en común de las diferentes fuerzas políticas, aunque sin dejar de lado la discusión y el debate.

Y es en este instante donde, discurriendo que una vez superadas estas dos barreras, me encontraría otras de diferente calado a lo largo de los cuatro años de legislatura, pero que podría ir superándolas con más o menos fortuna, he recibido una guantada de tal calibre que me ha hecho tambalearme, primero, resquebrajando mi coraza y dejándome al descubierto como un miserable idiota, para hacerme caer del guindo y caer en la cuenta de que haber pasado estos tres últimos años al amparo de la forma de trabajar en Sí Se Puede me ha hecho estar sobre protegido ante el devenir de la vida política una vez acabadas las elecciones.

Me sitúo: Ayuntamiento de El Rosario, año 2011, mayoría absoluta de Macario Benitez y su gente -que se llaman PSOE como podrían llevar otras siglas-; tras analizar y asimilar el resultado electoral y tomar posesión como concejal de Sí se puede, el compañero Fidel es un torrente de optimismo y decidimos asambleariamente plantear la oposición de manera constructiva, con la intención de presentar cuantas mociones sea posible, aún a sabiendas de que el rodillo de Macario va a dificultar nuestro trabajo; pero el panorama que nos encontramos para estos próximos cuatro años es, a saber:

  • Plenos bimensuales (el mínimo exigible por Ley para nuestro municipio)
  • Posibilidad de presentar UNA moción por pleno (decidido unilateralmente por el Alcalde)

Esto es, en un año vamos a poder presentar 6 mociones (¡¡24 en toda la legislatura!!), cuando para el primer pleno teníamos preparadas no menos de 10.

Y es aquí donde he recibido mi dosis intragable de realidad contra la que me rebelo: En El Rosario, una vez introducido el voto en la urna, no es que el ciudadano quede anulado y la participación ciudadana sea una quimera, es que sus representantes no pueden ejercer como tales, negándose la posibilidad presentar siquiera una moción para debatirla, lo que convierte al Ayuntamiento en el rancho del Alcalde y al Municipio en sus tierras, y al resto de concejales de oposición, incluyendo al representante de Sí se puede, en meros asistentes a una reunión de concejales de Gobierno, lo que desvirtúa completamente el sentido de la palabra democracia participativa, que si bien es cierto que es un vocablo que a nuestro alcalde le escuece sobremanera, ha terminado de pisotearla con su actitud prepotente.
¿Qué podemos hacer los ciudadanos y sus representantes no ya para que se nos escuche y se nos permita debatir, sino para que se nos deje trabajar en aras de un municipio mejor? Pues ahora mismo lo único que se me ocurre son asambleas por todos los barrios explicándoles a los vecinos que su voz no va a ser escuchada más que 6 veces al año en el consistorio y por medio de una sola cuestión que probablemente no sea debatida mas allá de 5 minutos antes de ser votada en contra por el rodillo de una mayoría sin escrúpulos, además de publicitar este tema lo más posible por todos los medios de comunicación conocidos, a ver si con eso conseguimos movilizar a los votantes rosarieros contra semejante atropello.
Hoy he visto en lo que nos convierte el poder cuando nos perpetuamos y he dado gracias por compartir mis ideas con un grupo de gente que opina diferente, aunque me halle sin coraza y expuesto; he perdido la poca inocencia que me quedaba, pero lo que no te mata te hace mas fuerte, así que me rebelo contra esta “anormalidad democrática”.

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