La alcaldesa de Güímar y los símbolos. Carlos G. Escudero

Los símbolos son importantes. Lo son. Nos sirven para recordar o celebrar, tienen un contenido al margen del continente, de lo físico. Poseen una significación que sólo puede cambiar con un pacto mayoritario de la sociedad, por consenso. Por eso, significan lo que significan; en este momento, ahora.

No es baladí que alguien pueda confundir o tergiversar lo que significa el Valle de los Caídos, lugar monumental levantado para gloria y alabanza del fascismo español, con lo que representan obras civiles con una finalidad social –aunque lleven nombres de vírgenes o santos–, como hospitales o pantanos. Porque sí, es verdad, el dictador hizo hospitales y pantanos, y eso desde luego que no es reprobable (salvo por los pueblos sumergidos bajo las aguas de estos últimos, y el trabajo forzado de los presos políticos para construirlos)… obra civil que supongo que hicieron otros dictadores. Por eso, darles el mismo valor al Valle de los Caídos y a hospitales y pantanos suena raro, suena a confundir, suena hagiográfico, qué quieren que les diga…

Otra “confusión” o “despiste” (por no decir ignorancia) es la de no saber qué simboliza el pedazo de muro de Berlín que aún se mantiene en pie, testigo de una época ya superada y cuyo significado es justamente el contrario al sugerido: la ruina de esa época, la ruina de la división y de la separación entre hermanos. No está ahí para alabanza de la división entre las dos Alemanias, sino para todo lo contrario.

Por eso tampoco es una acción vacía de contenido o significación el que una regidora conduzca a sus vecinos al plató de un programa televisivo de dudoso gusto, que simboliza lo más cutre y chabacano de la producción audiovisual del país. Hoy en día, tal como está la cultura en el país…

Definitivamente, en este caso creo que sólo cabe el veredicto de ingenuidad-ignorancia, cinismo o desvergüenza ante estas acciones. Y dado que una de las máximas del grupo de gobierno del ayuntamiento de Güímar parece ser la quijotesca “que hablen de mí, aunque sea mal”, quizá el primero de los posibles veredictos sea el menos probable…

Aunque puede que este tema de lo simbólico sea complicado; a veces no es fácil interpretar los símbolos… Por eso, se le podría dar el beneficio de la duda a la alcaldesa ante tanta salida de tono, dejando claro, no obstante, que es importante conocer las limitaciones propias, saber hasta dónde uno (una) puede llegar antes de abrir la boca y, en el caso de que no se tenga claro el asunto, callarse por prudencia.

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