La gente debe saberlo Joaquín Sagaseta

Se cuenta que, de inmediato, el auditorio quedó con la cabeza caliente y con los pies helados, una reacción normal, me dicen, en circunstancias como estas que provocan una brusca acumulación del flujo sanguíneo en la sesera. No era para menos.

Al PP debió gustarle. En lenguaje tan culto se puede encerrar una cosa y al mismo tiempo la contraria. Canelita en rama para un programa electoral.

Con la cabeza caliente y los pies helados haciendo un esfuerzo de inmersión a pulmón libre se pueden deducir algunas de las orientaciones principales del programa que ha hecho público de la derecha del PP. Ocurre, como en los cuentos infantiles, que por el dedo se adivina al gigante. No se sabía cómo lo iban a decir, pero se sabía cómo lo iban a hacer:

• Si la patronal pide despidos a precio de saldo, y el PP que guarda con ella relaciones tan intimas como el nísperero con los nísperos, calla, entonces pasa como decía Unamuno: “En ocasiones callar es mentir”. Y mienten porque no dicen que la reforma laboral pendiente empieza justo donde descargó el rayo que propagó con trueno la cúpula de la patronal: la desprotección del trabajador frente al despido.

• En otra cuestión decisiva, con seguridad de las más relevantes, la derecha es mas expresiva, no necesitaba de juegos de mano, no en balde los gobiernos del PSOE les han franqueado el paso. Es el caso de la desvirtuación del derecho constitucional a la negociación colectiva. Rompiendo con una tradición centenaria trasladan decididamente el centro del ámbito negociador a los convenios de empresa, al terreno donde los trabajadores tienen menos fuerza negociadora.
Aquí tiran con un arco de cuatro flechas: fragmentan a la clase, golpean a los sindicatos fomentando el minifundismo sindical, garantizan negociaciones a la baja y debilitan la defensa y los efectos del derecho constitucional a la huelga.

• En relación con la lucha contra el desempleo propugna políticas indirectas de ayuda al mundo empresarial para que contrate. No esperábamos menos de ellos. Son distintas marcas de un misma franquicia que se viene promocionando desde hace decenios y cuyos resultados no han ido más allá del fraude, los contratos basura, incentivo para la destrucción de empleo fijo…

• Con un lenguaje tan ridículo como eufemístico, el programa del PP lleva en su mascarón de proa privatizaciones a destajo de lo que queda de servicios y propiedades públicas: medios informativos -aparatos ideológicos-, transportes, educación y sanidad… el Roque Nublo, la Playa de Las Burras y la Plaza de Santa Ana…
El sistema capitalista, exhausto, incapaz de generar economía productiva, en su enloquecido afán de ganancia, busca compulsivamente en lo público “nichos” para succionar recursos colectivos y de donde extraer beneficio rápido y seguro.

• Mientras más se conoce el capitalismo y sus leyes internas, más miedo le da a uno. El sistema no puede expandirse, ni sostenerse, sin mercantilizar todo lo que existe sobre el planeta, y el planeta, quebrada la línea de sostenibilidad, no puede convivir con el capitalismo sin encaminarse a la destrucción. En esa contradicción el PP opta por lo primero. Propone el mantenimiento de las centrales nucleares, incluso más allá del ciclo previsto para su caducidad -”si los técnicos lo permiten”-. Del cambio climático, será por consejo del primo de Rajoy, que nada sustancial se dice en su programa “porque no hay certezas para tanto alarmismo”.

• El PP, como es notorio y además no oculta, está profundamente condicionado por el fundamentalismo católico. No extraña entonces que en materia de derechos civiles, por así decirlo, propicie, en nombre del “derecho a la vida”, la descalificación del aborto como derecho, haciéndolo retroceder al punto de partida: “necesidad” por prescripción facultativa, o circunstancias excepcionales de embarazos impuestos con violencia, previo fracaso de la persuasión evangélica sobre su maldad intrínseca. Si así es con el aborto, ni que decir sobre las relaciones homosexuales. Aquí la hipocresía es extrema, realidades y derechos, que se han abierto plazo en su reconocimiento con indescriptibles sufrimientos, e ideario reaccionario se tiran de los pelos.

• En materia fiscal el PP no solo desconoce en su programa el pronunciamiento constitucional sobre la fiscalidad progresiva, sino que propugna lo contrario en coherencia con las bondades del Estado anoréxico que propone y los intereses de clase que defiende. De suyo que ninguna política tendente a la redistribución de la riqueza asoma el dedo en el Programa del PP. Ni que decirse tiene que no admiten la dación en pago de las víctimas de la estafa inmobiliaria.

Esas son las marcas esenciales, desde nuestro punto de vista, que presiden y dan carácter a todo el programa expreso del PP. Y está el programa “no expreso”, el que se impondrá vías de hecho, si sus pronósticos electorales se confirman, sus bases sociales y políticas.

El PP no es un partido fascista, pero el fascismo está en el PP. No puede esperarse en un contexto de profunda crisis global del sistema y de degradación de todas las manifestaciones de la vida social, que las centurias negras, la juventud dorada del gran capital capital, los cruzados del fundamentalismo españolista, los sicarios de la burguesía mas lumperil… impongan el programa oculto del cuatrienio negro, al punto que, por un descuido, pueda dejar por bueno el programa expreso. Solo la izquierda real está en disposición política y moral para hacerle frente.

Y entre tanto, ¿Rubalcaba?.
Entre los judíos circula un chiste:
– Isaac, sabes que el rabino habla todos los sábados con dios.
– Que me cuentas Samuel, ¿y por que estás seguro de que no miente ?.
– Hombre, como va a mentir un Rabino, que habla con dios todos los sábados.

Rubalcaba si tiene programa, pero como si no lo tuviera, es justo el contrario del que tenía antes de ayer, y muy distinto, del que con seguridad tendrá mañana si es que para entonces tiene alguno.

La mala suerte le acompaña. Se ha equivocada de época, si le hubiese tocado vivir los tiempos que los dioses convivían con los hombres, gentes cono Samuel, que se contaban por montones, podían creerse aquello de que cabalgando rumbo a Damasco te caías del caballo, y, de repente, no como si fuera un milagro, sino que era un milagro verdadero, los dioses te darían la luz de la verdad. Eran otros tiempos, por lo común, además, solo le pasaba estas cosas a los santos. Y ese no es el caso de Rubalcaba.

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