Los gorrillas, ejército de supervivientes sumergidos. Manuel Marrero Morales (*)

En alguna ocasión, cuando he tenido algún tiempo y el vigilante de turno tiene ganas de conversación, me he parado un rato a interesarme por su situación, por la forma de organizarse, por lo que perciben cada día de media,…

Los aparcamientos, generalmente hechos en terreno público, en muchas ocasiones asfaltado y hasta señalizado, tienen dueños privados que no han firmado ningún contrato de concesión con entidad alguna ni pagan impuestos por los beneficios obtenidos. Dicha propiedad de explotación suele ser para los gorrillas más antiguos o para el jefe más fuerte, que ejerce de facto la propiedad sobre ese territorio, que está bajo su influencia.

El espacio a vigilar suele estar zonificado. En unos casos, hay un pacto entre ellos para distribuirse los espacios o existe una decisión organizativa de quien los contrata y les asigna el espacio correspondiente.

En general, cada día cualquiera de ellos se aproxima o supera los 100 euros de ingresos, una vez satisfecho el impuesto a quien lo ha contratado. Y tienen, incluso sus turnos establecidos, de mañana, tarde, noche, festivos,…

De la cantidad recaudada, eso sí de forma “voluntaria”, un porcentaje que oscila entre el 20 y el 50 por ciento, hay que entregarlo al jefe, que, en muchas ocasiones, sólo aparece por el lugar a cobrar o a vigilar cómo va la propiedad y la producción.

Existe turno para trabajar dentro de esta lista de empleo sumergido. Hay titulares y suplentes, claro está, seleccionados con conocimiento de causa, mediante entrevista en la que no han necesitado ni tests de expertos ni psicólogos. A todos ellos se les contrata verbalmente, de forma directa o por teléfono.

En ese pacto de conveniencias que se establece entre empleador y empleado, las normas son pocas pero están muy claras para ambas partes. Se ha impuesto la autorregulación o la imposición basada en “lo tomas o lo dejas”, que este es un trabajo demandado, y mucho más en tiempos de crisis. Y suelen ser muy eficaces en su trabajo: nos dan la sensación de que hemos dejado el vehículo bajo control, solemos estar salvos de desaprensivos amigos de lo ajeno, nos saludan con afabilidad y esperan nuestra voluntad. En definitiva, trabajadores ejemplares.

Realmente, todos los ususarios de este servicio, contribuimos con nuestras voluntarias aportaciones al mantenimiento de unos cuantos miles de puestos de trabajo en este país. Todos ellos forman parte de esa economía sumergida, que no consta en las estadísticas del haber de hacienda, sí en las del consumo y el ahorro.

Al final, cuando uno reflexiona sobre este asunto y piensa en soluciones aceptables desde la perspectiva de lo público, llega a algunas conclusiones: dilema sobre el uso más o menos habitual del transporte público y, por tanto, obviar el problema del aparcamiento. En caso de necesitar el aparcamiento, la generalidad de los que están regulados figuran en manos privadas, siendo sus dueños, de forma mayoritaria, empresarios que han ejercido también su influencia sobre la correspondiente entidad pública que hizo en su momento las concesiones. Conocemos en muchos de los casos quiénes explotan estos aparcamientos regulados y su influencia social y política y, realmente, no tengo claro que nos estemos beneficiando de esos ingresos el conjunto de la ciudadanía.

En el caso de los gorrillas, ese ejército de supervivientes pertenecientes al amplio sector de la economía sumergida, y que va buscando lugares alternativos que ofrecernos, cada vez que un solar se urbaniza o un espacio público se privatiza legalmente, está claro que no declaran a la hacienda pública, que lo controlan algunos mientras otros, con su trabajo, producen plusvalía para ellos. En ambos modelos, las semejanzas son muy altas.

Habrá que apostar por soluciones públicas, eficaces, generadoras de empleo en vez de plusvalías, controladas para que haya garantías, es decir derechos y deberes, tanto para usuarios como para los trabajadores.

En definitiva, que sea un servicio público del que nos beneficiemos todos y no sólo unos cuantos como viene siendo ahora, en cualquiera de los dos modelos.

(*) Miembro del Secretariado Nacional Confederal de Intersindical Canaria.

Los comentarios están cerrados.