La gran mentira de Rajoy o la obediencia debida a los especuladores. Manolo Marrero.

En el preámbulo, que ha durado los tres últimos años previos a las elecciones del 20-N, la estrategia fue dejar que el Gobierno Zapatero, sumiso a las órdenes de los poderes financieros, fuera propiciando medidas que recortaran derechos laborales, recortaran pensiones, … y el PP, mientras tanto, presentándose como el “partido de los trabajadores”, de los que ha conseguido el voto, y a los que olvidará hasta dentro de cuatro años.

El primer capítulo de esta historia, una vez superados los prolegómenos de los engaños que los han llevado al poder, lleva por título “la herencia recibida”, que algún humorista lo representaba con Rajoy arrojándose a una piscina al grito de “no sabemos si nos han dejado agua”. Ahora nos dirán que las cosas se las han encontrado mucho peor de lo que esperaban.

Con esta razón van a seguir culpabilizando al Gobierno anterior de las medidas que el gobierno entrante “va a tener que adoptar”. Y así continuarán los engaños durante un tiempo no muy largo; porque el argumento lo van a olvidar pronto los votantes, que situaron sus expectativas en el cambio de gobierno.

El PP, como decía en un lúcido artículo Juan Torres, tiene abiertos varios frentes: la presión de la extrema derecha de su partido y de sus votantes, el de las “grandes familias de bien”, las derechas económicas de toda la vida o el de los hijos de los “ricos por la gracia de Dios”, la presión de “los mercados” (la extorsión de los poderes financieros), la movilización social, el quinto frente es el de Europa, lo que se va a decidir en los próximos meses son las diferentes velocidades, quién se situará en el proscenio y quién en los distintos anfiteatros y sillas de platea o en el gallinero. Es precisamente por esto último que Rajoy tiene ante sí, finalmente, un frente que no es otro que él mismo. Ahora ya debe hablar. Ha de decir lo que quiere y lo que va a hacer y ya no puede echar la culpa a otros o responder con más silencios, apostilla Juan Torres.

Si observamos los movimientos de esos frentes, ya la CEOE comenzó a pronunciarse con la urgente reforma del mercado laboral, el abaratamiento total del despido, el contrato único, el ejemplo del Titanic y de que todos nos podemos hundir (olvidaron a posta que la clase privilegiada ocupó las lanchas de salvamento). Y los deseos de la CEOE suelen ser órdenes para nuestros gobernantes.

Rouco Varela ya le manifestó su apoyo y sus bendiciones públicamente, para que revise la Ley del Aborto, los matrimonios homosexuales, la educación para la ciudadanía, los conciertos educativos, los presupuestos públicos destinados a la financiación de la Iglesia Católica, en definitiva el reforzamiento y confusión de las relaciones Iglesia-Estado, frente al necesario avance hacia un estado laico.

La señora Merkel ya le comunicó que “ha recibido usted un mandato claro de su pueblo para adoptar y aplicar con rapidez las medidas necesarias”. Las medidas que tienen en mente

Merkel y Rajoy ¿coincidirán con las que tenían los millones de trabajadores y trabajadoras que apoyaron al PP dándolo poder omnímodo para actuar? Mucho me temo que no.

Las demandas que resonaron desde el mismo día 21-N, procedentes de las más variadas fuentes, desde la agencia de calificación de riesgos Fitch, el banco internacional HSBC o el Instituto de Estudios Fiscales, fueron coincidentes: Claridad, precisión y dejar de sembrar incertidumbres, reclamando un programa de reformas «ambicioso y radical». “Debe sorprender positivamente a los inversores con un programa de reformas estructurales y fiscales ambicioso y radical”, advertía Fitch. Y una vez más me pregunto: ¿coincidirán estas demandas de los especuladores, de los que tienen a los gobiernos europeos de rodillas, con las de los millones de trabajadores y trabajadoras que votaron al PP, esperando que les solucionara la situación? Estoy convencido de que no coincidirán, antes al contrario, todas esas medidas se volverán contra el conjunto de la clase trabajadora, de las empobrecidas clases medias, de los parados, de los excluidos, de los que van a seguir engrosando las cifras de población bajo el umbral de la pobreza, y el deterioro de la sanidad, la educación y los servicios sociales.

Otro Gobierno, el de la Generalitat, una vez obtenido el apoyo mayoritario en Cataluña, y parapetándose también en “la herencia recibida”, bajará nuevamente el sueldo de los funcionarios, introducirá el repago sanitario en las recetas farmacéuticas, privatizará y venderá patrimonio público, oficinas, edificios y empresas que gestionan infraestructuras, subirá las tasas universitarias, el transporte público y el recibo del agua, para mantener el límite del deficit del 1.3% del PIB impuesto por la UE. Así establece otro elemento de presión sobre el PP, al que no le hacen falta muchas presiones para actuar en esa misma dirección, pues coincide con CiU en los planteamientos económicos neoliberales.

El cambio prometido por el PP va a ser efectivo muy pronto: más recortes, más debilitamiento del sector público, más deterioro del Estado del Bienestar, más pobreza y exclusión y más riqueza para los que más tienen. Y lo intentarán justificar, en un primer momento, con la herencia recibida y con las presiones de Europa y de los mercados, como la única salida posible. Al final, el PP ha quedado al descubierto, y desde la misma noche del 20-N ha comenzado su declive, que irá en aumento a medida que Rajoy salga del mutismo.

Por el contrario, esperemos que el “exceso de responsabilidad” que sirvió de excusa a las organizaciones sindicales mayoritarias para apenas oponerse a las políticas de ZP no continúe como argumento para dejar inermes a los trabajadores y trabajadoras ante las agresiones que irán en aumento. Y esperemos también que desde la izquierda social, unidos al sindicalismo de clase, seamos capaces de frenar esta embestida.

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