Manadas. Yaiza Afonso Higuera

Todas hemos sentido miedo a ser violadas.

Nos lo enseñan de pequeñas y cuando el cuerpo cambia, en la adolescencia, nos piden que no elevemos tanto la falda, que no mostremos el culo porque ya somos objeto de deseo. Recuerdo ir con unos vaqueros cortos con roturas de las que estaban de moda en los 90 y levantar la pierna en medio de aquella cafetería para demostrar mi flexibilidad de bailarina. Cuando tenía el pie estirado en la barra me advirtieron que no lo hiciera, que estaba incitando a los hombres de mi alrededor, pero yo simplemente quería ser simpática. Sentí mucha vergüenza y por eso aprendí a reprimir mis impulsos de niña, al entender rápido que existen hombres peligrosos para las mujeres.

Después, me pasó lo de aquel señor que entró de una manera rara en mi portal y decidí no coger el ascensor. Tenía 15 y al subir las escaleras me tocó el culo y grité a mi madre para que estuviera alerta. Aquel tipo salió corriendo, pero las señales de peligro aumentaban. Cuando en la universidad salíamos de marcha, procurábamos no dejarnos solas, sobre todo, cuando nos emborrachábamos. Nos solíamos quedar en casa de las amigas porque era el mejor modo de volver acompañadas y no cruzar aisladas los puentes oscuros.

Al final tuvimos suerte, no fuimos violadas, pero supimos de otros casos. De la chica de 15 a la que le atrapó aquel tío en su garaje y la retuvo a la fuerza durante horas. También el otro que violó a la de 14 y que ahora está en la calle, como si nada, en la misma ciudad de una víctima que se aterroriza cuando lo ve de lejos. En casa nos solían hablar de estos sucesos para que andáramos atentas, porque ser mujer era la principal causa de sufrir cualquier tipo de agresión sexual. En aquella época estrenaron “Acusados” de Jodie Foster y la fui a ver con Gloria, mi amiga del instituto. Las dos nos sentimos del lado de la víctima, porque sabíamos que lo hecho por aquella manada no tenía justificación, porque a nosotras también nos gustaba pasarlo bien, pero eso no significaba que nadie tuviera derecho sobre nuestros cuerpos.

25 años después de todas aquellas advertencias y cuidados seguimos igual. Las niñas deben continuar protegiéndose de los violadores como si fuéramos las mujeres las únicas que debemos de poner freno, las eternas culpables.

“No te emborraches, no vayas sola, no te pongas minifalda, no llames la atención, no seas calentona, no incites cosas, no enseñes tanto las tetas…”

Porque como te violen 5 cuando tienes 18, cualquier elemento de los citados se puede volver en tu contra. Las mujeres víctimas de cualquier forma de violencia son las únicas en el planeta tierra que se convierten culpables de sus desgracias. Y a pesar de que existan mensajes de los acusados donde se dicen cosas tan terribles como:

– ¿Llevamos burundanga? Tengo reinoles tiraditas de precio para las violaciones.

Se trata de pruebas invalidadas por la justicia. Sí, esta era una de las conversaciones clásicas de los 5 de la manada antes de los sanfermines. Y en lugar de que el juez la aceptara como prueba, admite las fotos del Facebook de la víctima donde sale sonriendo meses después de haber sufrido la violación múltiple. Y otra vez la mujer es culpable porque ¿Cómo es posible que sonría tras ser violada? El argumento de la defensa se basa en eso, en que a ella le gustó que 5 la machacaran en un portal y la dejaran tirada sin su móvil para que no pudiera pedir auxilio.

Comparto con ustedes mi tristeza al observar que la sociedad no ha cambiado, que siguen habiendo manadas. Y sé que muchas de ustedes tienen niñas a las advierten del peligro, como lo hicieron conmigo en casa. Pero no se olviden de advertir a los niños, a los futuros hombres y decirles de modo tajante, “no se agrede, hay que respetar a todas las personas, las mujeres nos son un objeto, no son cosas, las mujeres son como tú y no te gustaría que te hicieran daño ¿verdad?”

#Yotecreo

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Yaiza Afonso es concejala de Sí se puede en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife. Puedes seguirla en Twitter: @yaizaafonsossp

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