Verdes y socialistas se alían contra los asalariados. Domingo Garí.

Las florituras que el lenguaje permite a los profesionales de la política, queda a la vista cuando se ponen en juego los intereses materiales. Ya sabemos, y es de sentido común, que la derecha política hace la política económica de la derecha económica, de los bancos y de las grandes corporaciones capitalistas. Lo que llama la atención ahora, bueno, seamos serios, en realidad de siempre, es que los socialistas y los verdes también hagan la política de la derecha económica. Porque eso lo que quiere decir es que la política la dicta siempre la derecha económica, los bancos y las corporaciones transnacionales, siendo los partidos de derecha, socialistas o verdes meros ejecutores de lo que los otros ordenan.

Así las cosas, la democracia ha quedado reducida a un teatrillo de tres peras al cuarto, y de ahí que el único interés de los políticos sea profesionalizarse y tocar moqueta, que se dice. Tras los colores verdes y rojos que representan los verdes y los socialistas no hay nada. Protoprofesionales que aspiran a serlo cuando aún no lo son, sin programa propio y con el lápiz bien afilado para tomar nota de lo que tengan que decirles los grandes poderes.

La virtud que tiene esta gente es que engañan como nadie. Las voluntades crédulas que depositan su confianza en verdes y socialistas van desengañándose muy poco a poco, porque es muy duro desengañarse de golpe. El autoengaño es un perfecto y legítimo mecanismo de autodefensa. Nada que objetar a que la gente lo use. Lo que no es legítimo es el engaño. Presentarse en las elecciones con programas que luego no se cumplen. Hacer pagar a los de abajo la avaricia de los de arriba. Llevar a cabo políticas económicas de derechas, incluso más de derechas que la propia derecha política. Como hizo Blair en relación a Thatcher, o Felipe González en relación a Suárez, o hace hoy Zapatero en relación a las derechas europeas.

Los verdes y los socialistas han recibido una sonora patada en el culo en Islandia el pasado día 9. Querían que el pueblo se sometiese a la presión de la banca inglesa y holandesa, que las personas trabajadoras pagaran el desfalco de los bancos de su país, y en referéndum les dijeron que no. Los islandeses vienen dando una lección de democracia hace tiempo. Han sabido defenderse del despiadado ataque a que fueron sometidos por los capitales internacionales y las agencias de calificación. Éstas usando el chantaje antes del referéndum amenazaron con seguir bajando la calificación de solvencia de los bancos islandeses y del propio estado, pero ello no amedrentó a los ciudadanos que de todas formas han votado en contra de tener que pagar una deuda de la que no son responsables. Igual que nosotros tampoco lo somos aquí, pero somos incapaces de dar esa sonora patada en el culo a los socialistas y negarnos a pagar los platos rotos de una crisis en la que los asalariados somos los grandes perdedores.

Las alianzas políticas para gobernar sostenidas entre socialdemócratas y verdes han sido un fracaso en Europa. Han hecho la política económica que la banca les ha exigido, han apoyado las guerras de intervención en el exterior que patrocina la OTAN y sólo han sacado, en el caso de los verdes, su discurso antinuclear tras el desastre en Fukushima. Hasta entonces estaban dispuesto a apoyar el mantenimiento de las centrales nucleares, que los pronucleares habían impuesto en las agendas energéticas de los gobiernos. Los partidos verdes, igual que los socialdemócratas, son inservibles para la transformación social. Son partidos en bancarrota, sin programa, ideología y comprometidos solamente con el principio de gobernar a cualquier precio en donde pueden, o estar en la moqueta, al precio que sea, porque lo único que buscan es profesionalizarse en el ejercicio de la política.

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