El 60% de Ana Oramas. Domingo Garí

Durante la sesión de investidura de Mariano Rajoy, en el turno de Ana Oramas, se produjo un intercambio de buenas palabras entre ésta y el presidente en funciones que resumo de memoria. Rajoy, respondiendo a la diputada de CC, dijo que en Canarias las cosas iban bien, que crece la economía y se reduce el paro, que las cifras dan razón a su buen quehacer económico.

La diputada de CC contraargumentó que el crecimiento de la economía canaria no se debía a la acción del gobierno central, sino a una serie de imponderables de otra naturaleza y, en cuanto a lo del crecimiento del empleo apostilló que sí, que es cierto que ha crecido el empleo, pero que el 60% de los nuevos puestos han sido ocupados por personas que no son canarias. Y es posible que tal dato sea cierto, aunque debo decir que he buscado alguna fuente que me lo corrobore y no la he hallado. Siendo consciente de cómo funciona el mercado laboral en Canarias, en especial el sector turístico, la cifra puede ser perfectamente lógica. En realidad, diría que incluso en términos globales podría ser más alta, o al menos esa sensación se le queda a uno si se da una vuelta por las ciudades turísticas de Canarias, en donde cualquiera puede percatarse de que el grueso de la población trabajadora de la zona, efectivamente, no es isleña.

Dando por bueno ese dato de la diputada de CC, la pregunta que hay que plantearse seguidamente es ¿y qué ha hecho CC en varias décadas de disfrute del poder autonómico para que eso no sea así? Y la respuesta, que también le viene a uno inmediatamente a la cabeza es que no ha hecho nada. No ha formado a nuestra juventud en el trilingüismo o bilingüismo, tan necesario en una economía como la nuestra. El sistema educativo no ha cumplido la función central de adaptarse a la sociedad terciaria en la que vivimos. Más allá de producir leyes para favorecer la transformación del suelo en mercancía, los gobiernos autónomos han hecho una dejación notable de sus responsabilidades en cuanto a garantizar que la población de las islas pueda trabajar y ganar un sueldo digno (tasa de paro 27,3% para el II trimestre de 2016 según la EPA y ¡12 millones de turistas!). No ha hecho nada o casi nada para ir conquistando posiciones en los mercados de origen de nuestros productos (el turista). No ha hecho nada o casi nada para crear un sistema de reciprocidad entre el sector primario, el secundario y el turismo. No ha hecho nada o casi nada para profundizar una vía diversificadora de nuestra economía, aprovechando la coyuntura de desestabilización en el Mediterráneo, que nos permita salir de la extrema dependencia turística.

Canarias es un territorio densamente poblado, pero los gobiernos autónomos no abordan este asunto con la seriedad que requiere. No podemos esperar que lo haga el gobierno central porque, en general, tiene una desorientación muy aguda acerca de Canarias, gobierne quien gobierne. No es extraño, también eso sucede en el mundo académico. Usando una terminología nacionalista diría que en Madrid, como centro del poder, y en la península, por extensión, no tienen ni idea de qué es Canarias ni de cómo se mueven las cosas por aquí. Esto, por otra parte, es histórico. Ya les pasó con Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Pero ahora estamos en otro mundo, con otras contradicciones y nuevas necesidades. Estamos en la UE y el mundo se mueve en grandes bloques geopolíticos, lo que no obsta para que podamos afrontar los problemas serios que tenemos en nuestro territorio y, que nadie, de ningún otro sitio, va a solucionar si nosotros mismos no lo hacemos.

Miguel Morey, que no es canario, ni vive en Canarias, sino que es profesor de filosofía en la Universidad de Barcelona y es especialista en Nietzsche y en Foucault, nos advertía en 1996 sobre la necesidad de mimar las islas. Entonces teníamos 1.606.534 habitantes (hoy estamos en los 2.100.306 [ISTAC]), y nos decía que: “Las islas son lugares singulares (…) Los islas son otro mundo (…) Las islas son sistemas con características diferenciales respecto a los continentes (…) se caracterizan por tener mayor valor ambiental, límites territoriales bien definidos, mayor proporción de zona litoral, recursos limitados (…) mayor inestabilidad biogeográfica, socioeconómica y cultural, mayor fragilidad y vulnerabilidad (todo ello) hace de las islas lugares a la vez privilegiados y amenazados, por lo que exigen una gestión más cuidadosa que los territorios continentales. Las amenazas provienen normalmente de las tierras continentales. Antiguamente se manifestaban preferentemente como incursiones armadas -piratería y guerras de conquista- mientras que en la actualidad son de naturaleza socioeconómica, siendo las más frecuentes el desarrollo industrial y el turismo”. La fragilidad y la vulnerabilidad de los espacios se produce por “la constante incorporación de nuevos elementos (vegetales, animales, personas) procedentes de fuera, capaces de producir cambios que podrían ser asimilados en territorios continentales, pero que no pueden serlo en las islas, produciendo desequilibrios a veces catastróficos”. La crisis que comenzó en 2008 y el desmesurado crecimiento demográfico de la década pasada son secuencias catastróficas para la población canaria. Concluye Morey citando a Towle, “las islas son como especies amenazadas”. No está de más señalar que Ed.Towle es un reconocido especialista e investigador para la conservación del medio ambiente en las islas pequeñas, particularmente del Caribe. Fue el impulsor de la fundación para los estudios insulares Island Resources Foundation (http://www.irf.org/about/) cuya sede material está en St.Thomas en las Islas Vírgenes (EE.UU.). Las islas, en este caso las nuestras, necesitan que se aborden los graves desafíos sin demora. Sin embargo, los sucesivos gobiernos autónomos no han estado a la altura de las circunstancias y no parece que estén por la labor de estarlo.

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