El corazón de Tenerife. Yaiza Afonso Higuera
Suelo encontrar en todos los lugares sean cuales sean, algo que me agrada, siempre hay algún espacio, aunque sea pequeño, donde encuentro belleza.
Este verano estuve en Arrecife, y aunque creo que hay unanimidad al expresar que Lanzarote es una maravilla, existen opiniones divergentes al hablar de su capital. A un amigo conejero le dije que me encantaba la ciudad, que me parecía cada vez más agradable, a lo que me respondió con sorpresa
-¿Arrecife? ¿Te gusta Arrecife?
– Pues sí, le respondí, me gusta pasear por el Charco y la Calle Real, me gusta su costa y siento que Arrecife es un lugar alegre, vivo.
Sé que hay ciudades grises y barrios marrones y también soy consciente de que no siempre brilla el arco iris, pero si nos fijamos bien podemos encontrar ese “no sé qué” que nos haga abrir bien los ojos en cualquier lugar del mundo. A veces, es el modo de caminar de la gente o su acento desafinado. En otras ocasiones, entre edificios se ven montañas verdes, después están las flores de los balcones o el modo en el que se pintan las casas, también están los mayores en los bancos, las niñas y niños en las parques. Hasta en las calles poco afortunadas podemos ver chispas que iluminan esperanzas de mejorar, de ser reconstruidas. Ofrecer este modo de ver las cosas es construir espacios de convivencia. Pero esta percepción es complicada en un mundo donde la confrontación lidera, donde lo mío es lo mejor porque sí, porque nací aquí y ya está.
Vivimos en un archipiélago donde las rivalidades son un hecho frecuente. La primera que me viene a la cabeza es la manida Tenerife vs Gran Canaria, siendo el insularismo uno de los exponentes más claros de esta ridícula batalla. Ante esto, los mensajes oportunos se deben de centrar en dar importancia a todas las islas frente a la simplicidad de empoderar a una en concreto. Sería lamentable que por ejemplo, el Gobierno de Canarias nombrara a una de sus 8 islas como el corazón del archipiélago, porque eso simbolizaría desechar al resto, quitar importancia a lo que se está haciendo en las otras.
Santa Cruz de Tenerife tiene una nueva marca y ha caído justo en esta grave equivocación. Ha sucumbido en el narcisismo de creerse lo mejor de la isla, lo que late, el eje, lo más importante, el motor…, justo todo aquello que produce rechazo para los que no viven en el municipio e incluso, para aquellos que no habitan en el centro de la capital. Si lo que pretendemos es atraer al resto de la isla, estamos ocasionando con el mensaje justamente lo contrario, al generar a personas del norte, del sur, gentes de otros pueblos el rechazo de la capitalidad como algo superior, como el único corazón. Hay demasiados corazones en Tenerife para hablar de uno solo. Santa Cruz se ha postrado en lo que denominaría micro-chovinismo o mirarse demasiado el ombligo.
Es una pena que Santa Cruz no haya escogido una marca aglutinadora, atrayente, cooperativa que destaque lo mejor que tiene pero abrazando de un modo más cariñoso al resto. Por no hablar de un logo demasiado similar al de la empresa TITSA, la misma V utilizada para dos entidades totalmente diferentes pero diseñadas por la misma empresa. En definitiva, la marca de Santa Cruz se basa en un corazón demasiado pequeño para una isla tan grande.
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