¿Qué hacer con el islam? Domingo Garí

Cada vez que se produce un atentado en suelo europeo las televisiones y los diarios se llenan de los consabidos tópicos: “no todos los musulmanes son terroristas”, “esto es una minoría”, “los yihadistas son unos descerebrados” “estas personas se radicalizaron rápidamente”, “la convivencia con los musulmanes es buena en los barrios”, “el verdadero islam no es violento”, y un largo etcétera que no es necesario repetir aquí. A ello se suma un periodismo trufado de amarillismo sensacionalista, de explotación del morbo visual, que en la sociedad actual es demandado por importantes porcentajes de la audiencia.

Como todos los tópicos estos tienen también un sustrato de verdad, necesario para poder construir un discurso completamente errado, y que no atiende a los problemas fundamentales que hay que abordar para afrontar con garantías de éxito las prácticas del terrorismo yihadista en las propias sociedades afectadas, de manera primordial Oriente Medio, el Asia musulmán y también en Europa. Hay una responsabilidad histórica enorme del colonialismo europeo que explica en buena parte el fracaso del proceso de modernidad en esos países. Los intentos históricos que pudieron cambiar la dirección de las naciones árabe-musulmanas, se produjeron inmediatamente después de las independencias, tras la segunda guerra mundial. Son bien conocidos los proyectos laicos y nacionalistas que impulsaron Naser en Egipto, los “socialistas” iraquí y sirios, los revolucionarios argelinos del Frente de Liberación Nacional, aunque sin embargo siempre encontraron la oposición de las potencias colonialistas, Francia y Gran Bretaña y más tarde de los EE.UU, porque veían que con esos proyectos nacionalistas y laicos corría peligro su influencia, y con ello sus intereses petroleros, alimento esencial del modelo de desarrollo industrial occidental.

En su detrimento apoyaron el surgimiento del islamismo político y dieron respaldo político, militar y financiero a las monarquías del golfo, de tal manera que pensaron que el fundamentalismo integrista sería el aliado ideal. Desde los años sesenta del siglo XX el fundamentalismo islámico suní, apoyado por Occidente, será el muro de contención de las revoluciones nacionalistas árabes. Hasta la década de los ochenta del pasado siglo las relaciones de fuerzas entre nacionalista e islamistas estaban equilibradas, pero tras la caída de la URSS y el nacimiento del mundo unipolar con EE.UU como potencia única, los nacionalistas perdieron apoyo internacional mientras los fundamentalistas lo ganaron.

A este respecto el caso del Líbano es paradigmático, Israel (que podemos considerar a estos efectos como país Occidental) estuvo muy interesado en promover el fundamentalismo durante la guerra civil libanesa (1975-1991), para con ello debilitar a las fuerzas nacionalistas laicas, tanto libanesas como palestinas, al objeto de fracturar la fuerza del enemigo. Lo consiguieron.(https://www.researchgate.net/publication/268172500_Historia_contemporanea_del_Libano_Confesionalismo_y_politica_1840-2005)

En épocas más recientes los desastres de las guerras que los EE.UU llevaron a Oriente Medido, con la excusa de llevarles la democracia, pero con la intención de quedarse con el petróleo que allí yace, es lo que terminó por desestabilizar completamente la zona. La historia posterior, incluidas las primaveras árabes, tuvo un saldo muy negativo para los pueblos árabes, hundiendo a estados sólidos que hasta entonces no eran lugares de promoción del terrorismo yihadista.

Mientras las potencias occidentales no asuman de verdad la necesidad de un cambio en ese mapa nada cambiará. Mientras se siga dando cobertura a Arabia Saudí, Qatar y otras monarquías ultrarreaccionarias del Golfo Pérsico, principales financiadores del terrorismo yihadista, nada cambiará. Mientras los negocios entre los saudí y el mundo occidental sigan viento en popa, las lágrimas que derraman los gobernantes occidentales cuando se producen atentados, lo son de cocodrilo.

Las reformas en las sociedades árabes necesitan apoyo de la UE, pero Europa primero tiene que abandonar los intereses comunes que mantiene con los principales financiadores del terrorismo yihadista. Y por otra parte, las poblaciones árabes han de reformarse en un sentido profundo, llevando a cabo, a su modo, una revolución del pensamiento que separe la religión de la política. Los árabes deben asumir que las creencias religiosas son un asunto individual, sin injerencia de la política ni del estado. Ese es un primer paso ineludible para poder avanzar en la superación de la situación. La segunda gran cuestión es que tendrán que transformar profundamente su legado machista y patriarcal. El papel de las mujeres es central para introducir un cambio de 180ª en el mundo musulmán. En el interior de esas comunidades las mujeres son las principales víctimas, no sólo del salafismo o los fundamentalismo más extremos, sino también del islamismo moderado, que tampoco abandona sus prácticas de dominación sobre las mujeres, ni separa la política de la religión. La mujer debe convertirse en un sujeto de derecho y político en igualdad de condiciones que los hombres. Las leyes de los estados árabes han de garantizarlo, y los dirigentes políticos tienen que aceptar el reto de educar a sus gentes, a los sectores ampliamente retrógrados que perviven, en los valores de igualdad entre el hombre y la mujer con la misma determinación que la defensa de una sociedad laica o aconfesional.

La solución al problema del terrorismo en Europa se encuentra en Oriente Medio y en el Norte de África. Los militantes yihadistas que viven en Europa quedarán disueltos sin el alimento financiero, ideológico, visual y anímico de las fuentes que los inspiran, porque el grueso de los militantes yihadistas de Europa son lumpen, marginados, personas que encontraron en las prácticas del terrorismo yihadista una vía de escape a sus frustraciones personales. Ellos solos se disuelven en el mundo de la delincuencia común, de la que, efectivamente, proceden muchos, sino todos estos cruzados musulmanes posmodernos.

Domingo Garí es profesor de Historia de la Universidad de La Laguna. Militante de Sí se puede, es miembro de la Comisión Permanente de la Coordinadora insular de Sí se puede en Tenerife. Puedes seguir su blog en este enlace: http://domingogari.blogspot.com.es

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