Agaete. Por Yaiza Afonso

Desde el mar miramos cómo Tamadaba aguanta alzada al trazado de las autopistas. Es cierto que todo está poblado y a veces, perdemos la esperanza que encontramos aquí, en la costa de Agaete.

Desde el mar miramos cómo Tamadaba aguanta alzada al trazado de las autopistas. Es cierto que todo está poblado y a veces, perdemos la esperanza que encontramos aquí, en la costa de Agaete.

Sofía se tira desde la grúa antigua situada en el borde, solo las valientes son capaces de escalar por sus hierros oxidados. Ella lo hace como si no costara, una y otra vez, haciendo del salto su forma de bañarse en este mar azul flojo. Ella es chiquita de ojos grandes y tiene la boca de su madre a la que conocí hace ya más de 20 años. A Sofía le encanta este acantilado que comienza con un sombrero de copa y termina con una cola de un dragón.

No sé si los chicos de al lado que fuman marihuana se han fijado en eso, quizás sí, quizás, además de escuchar reguetón saben observar las montañas. Si al menos uno de ellos lo hiciera, creería en el futuro.

Dicen los del gobierno que ya tienen todo preparado para que en lugar de que atraque un barco aquí, atraquen dos, tres o cuatro.

Se trata de 5 millones que no podemos tirar a la basura, es una cuestión de derecho, se apresuran a contar ante los medios.

Hablan claramente del derecho de los que venden billetes y es que el derecho comercial en esta era está por encima del derecho de los océanos.

El mar ahora es turquesa y resiste al piche de la entrada de los barcos que llegan de Tenerife.

Vienen y van, van y vienen.

No sé si este azul podrá luchar contra lo absurdo, no sé si perdurará esta mirada clara el día de mañana.

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