Al-Qaeda toma el poder en Siria
La llegada al poder de los fundamentalistas islámicos es una mala noticia para los pueblos de la zona, para Europa y para el Magreb, y es una buena noticia para Estados Unidos, Israel y Turquía.
La llegada al poder de los fundamentalistas islámicos es una mala noticia para los pueblos de la zona, para Europa y para el Magreb, y es una buena noticia para Estados Unidos, Israel y Turquía. Trump dijo que su interés en permanecer en Siria está motivado por seguir controlando el petróleo que se produce allá, y que no tiene intención de dejar de seguir explotándolo. Israel, lo estamos viendo, ampliará sus fronteras a expensas de Siria y, quizá, de El Líbano, además de la ocupación total de Gaza y la expulsión de los palestinos de Cisjordania. Turquía neutralizará a los kurdos del norte de Siria y ocupará la zona para impedir el contagio independentista sirio-kurdo en los kurdos-turcos. Rusia desaparece de Siria y pierde sus bases militares. Irán queda aislada y señalada como el último gran objetivo que los norteamericanos se trazaron a comienzos de siglo XXI, en su interés de remodelar todo el Oriente Medio y el Asia Occidental. China piensa que la extensión de la ruta de la seda es suficiente para competirle la hegemonía a EE.UU. Está totalmente equivocada. Abrir muchas tiendas y bazares chinos no va a cambiar las relaciones de poder mundial que se basan, sobre todo, en el poder militar. Los BRICS+ son una asociación demasiado heterogénea incapaz de hacer frente al hegemonismo de EE.UU.
Los salafistas son el resultado de la bancarrota del nacionalismo árabe. La modernización del mundo árabe quedó frustrada debido a las políticas injerencistas de las potencias occidentales, y a la permanente crisis generada por el estado de Israel, manteniendo en la zona una guerra continua desde 1948 hasta la actualidad, gracias al apoyo de las potencias occidentales.
Ahora cayó una dictadura moderna, del siglo XX, en Siria, para que se instaure un califato (dictadura salafista) propio de la época medieval. Siria se podrá ver en el espejo de Libia, pero aumentado, por población y complejidad. Y el nuevo poder va a extender su influencia oscurantista y guerrerista, posiblemente, hacia tierras del Asia Central y, seguro, hasta el Magreb. Si ya el problema del yihadismo es preocupante en la zona del Sahel, este nuevo oxígeno insuflado al salafismo ampliará su influencia en los países del norte de África, nuestros vecinos, y a sus agentes durmientes en la UE. Marruecos, Argelia y Túnez deben estar poniendo ya sus barbas en remojo al ver las de sus vecinos ardiendo.
La UE, con su imbecilidad creciente, verá crecer aún más las tendencias oscuras de la extrema derecha cristiana, y fomentará la xenofobia y el racismo, quedándosenos un bonito siglo XXI en el que, como si estuviéramos en el siglo XI, las fuerzas de los cruzados racistas y xenófobos se enfrentarán a las del oscurantismo salafista medieval. Empatados en machismo, misoginia, odio a la diversidad cultural y favorecedores del neoliberalismo, negadores de la ciencia y fanáticos religiosos, cada uno con su dios, nos van a acorralar a los que nos sentimos hijos de la ilustración y el humanismo.
La crisis del mundo árabe deriva de su fracaso en la modernidad, y mientras los pueblos árabes no entiendan la necesidad de llevar a cabo una reforma profunda asentada sobre el racionalismo y el laicismo, van a seguir dando vueltas buscando respuestas a los problemas del siglo XXI en saberes anclados en el siglo VII de la era. Los occidentales, llenos de miedos por las incertidumbres que los rodean, no tendrán otra propuesta que el uso del brazo militar, que tarde o temprano se virará contra ellos también