El puchero. Paco Déniz

Hace tiempo me invitaron a una boda media fina, y fui. Me dijeron que de menú había papas con costillas, cosa que me extrañó.

Pero sí, efectivamente, eran papas con costillas de diseño presentadas en una copita fina con una cucharadita de puré de papa en el fondo, una hila de costilla, un granito de millo y una gotita de mojo cilantro. Estaba bueno, era una recreación novísima del tradicional emboste tinerfeño. Y quien lo hizo era más del país que la papa borralla. Tuve que mandarme cuatro copitas o más para que me llegara a un cuarto de tapa de las de Casa Tomás. Pero bueno, era una boda fina.

Cuando el Gobierno canario mete como uno de los actos estrella una reconstrucción del puchero canario por el chef de fama mundial, levantamos las orejas. ¿Por el hecho de que sea un chef de fuera? No. ¿Porque alguien quisiera reinventar nuestro puchero? Tampoco. Porque en el caso de nuestras cosas, somos nosotros los que tenemos que enseñar a la gente de fuera a hacerlo. Porque innovar una tradición supone partir necesariamente de los materiales de la misma y del conocimiento acumulado, porque a lo mejor hubiera sido mucho más provechoso convocar a nuestras madres y chefs para impartir un máster sobre nuestra forma de comer, y luego que cada cual aporte lo que quiera. En fin, porque es muy bochornoso observar la falta de humildad de quien pretende enseñarnos a hacer nuestra comida. Y se lo dije al consejero de Turismo. Nada tiene que ver con Adriá, ni con Movistar que patrocinó. Tiene que ver con el desprecio hacia nuestra capacidad de enseñar y aportar cosas al mundo. Un complejo como otro cualquiera.

Los peores e inauditos augurios justificaron nuestra expectación. Lo que se echó al caldero de un supuesto puchero constituye una falta de respeto. Ni un solo material de nuestro concepto. La tradición no se innova o reinventa sobre la nada, se reconstruye sobre materiales ya existentes. Viejas, pulpos y lapas con aguacate hervido es, simplemente, otra cosa, un potingue marino que, seguramente, está buenísimo, pero llámenlo así, no pretendan reírse más de nosotros. ¿Conservadores? No, todo lo contrario. Con los materiales básicos de una tradición, aporte usted alguno nuevo, edifíquelos de otra forma, eso es una reinvención, pero no diga que es un puchero. Llámenlo potingue marino irreverente. E irrespetuoso, porque el Gobierno ha permitido que nuestras madres se sientan ninguneadas y desconsideradas, ya que, según la conclusión del experimento, el conocimiento culinario que hemos acumulado no ha servido para nada, no puede formar parte de la modernidad. Es, simplemente, desechado. De ahí la humillación percibida. CC carece de teoría, no ha entendido nada de cómo se reconstruye la identidad y la dignidad. Porque los canarios ya hemos deconstruido el puchero y le hemos puesto nombre: se llama Tumbo, y se come en familia al día siguiente. ¡Ah, y hervir el aguacate!, ¡hombre, por favor!

1 comentario
  1. Marcos dice

    Qué bueno, Paco!
    Estaba pensando en mandar a una persona canaria de renombre a enseñar a los catalanes a bailar una sardana, a otra a que muestra a los americanos de Cabo Cañaveral a decirles comonconstruir sus lanzaderas, a otra persona isleña más para que fuese a Portugal y muestre como se cocina una chanfaina… Qué sé yo!

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